Este post en realidad llega con casi año y medio de retraso... pero a veces las palabras ya no te salen y debes dejar que llegue el tiempo en que, aunque no es el oportuno, es el que parece más natural para decirlas.
Un genio para crear necesita su propio cuarto,
núnca se dijo que tan grande...
Baltimore es una ciudad muerta en invierno, gris, abandonada... Las calles se llenan de soledad y te invade poco a poco la tristeza, la desesperanza. Pareciera que en esta ciudad no hay nada que hacer; sólo encerrarse en los pequeños recintos que te abren los brazos en el reducido downtown.
En verano, Baltimore es encantador. Miles de Festivales invaden las calles; el de teatro, danza, cine, artes plásticas. Los museos se llenan de exhibiciones y el Inner Harbor se inunda de música y olores a especias de los restaurantes que recién abrieron sólo por la temporada. Las calles se llenan de gente. Te encuentras convenientemente, en los espacios al aire libre y las áreas verdes, unas mesitas redondas perfectas para tomar la comida del medio día. Cada uno de aquellos con los que compartes banqueta, banca, banco, mesa, tienen una historia. Baltimore es un lugar lleno de artistas y de repente entre el bochorno de los 94° F, te acuerdas de Poe.
Si, no? Que no Poe vivía en Baltimore? Si! Hasta lo enterraron aquí, no?? Nadie sabe... Si claro que todos leyeron a Poe en la prepa, y todos lo consideran un gran escritor, inspiración de muchos, producto de las pesadillas de otros. Unos han tratado de encontrar la casa, tenido toda la intención de visitar el recinto, y arrepentirse cuando no encontraron estacionamiento o se encontraron caminando por una calle que parecía empeorar a cada paso sin la esperanza de una cuadra mejor.
Así indagando descubrí que la pequeña casa esta situada en la esquina de Fairmont y Amity Street, en el numero 203. También descubrí que su tumba se encuentra en el Westminster Hall Burying Ground, en la esquina de La Fayette y Green Street, a unas cuantas cuadras, a pie de su casa. Nadie quiso acompañarme.
Por cuestiones económicas y de logística, resulto más fácil llegar primero al a tumba, estacionar el coche y pagar los dos dólares que permiten estacionarte en la calle por dos horas. Las puertas del Westminster estaban abiertas, y ahí sin mas esfuerzo que el levantar la mirada me encontré de frente la imagen de Poe en bronce, incrustada en el monumento puesto ahí en 1875, muy diferente a la lapida puesta en 1845, año de su muerte.
Me quede un rato contemplando. La sensación de estrellitas en las manos, de que parece te has parado en otra época, y afuera de esas puertas una de las esquinas más concurridas de downtown Baltimore. Autos. Turistas. Aún había restos de rosas rojas, pero nada de ron. Recordé "La carta Robada", " Los crímenes de la calle Morge", "Berenice" y por supuesto " El Cuervo". Sin necesidad de mas ceremonia salí del cementerio, repitiendo mentalmente,"Never more, never more..."
Comencé a caminar por la Fayette, sabia que tenia que seguir en línea recta hasta encontrarme con Amity a mi derecha. Eran las 12:30 de un viernes, la gente salía a tomar el almuerzo. De repente a cada cuadra mi imagen de colores se fue despintando, empecé a encontrar áreas desoladas, casas a medio caer o abandonadas, la soledad del invierno me invadió en plena tarde de verano.
Me detuve a preguntar por Amity, aunque me había asegurado del camino, me seguía pareciendo increíble que estuviera caminando en la dirección correcta.
Finalmente llegue, una casita de ladrillo, con una pequeña puerta de madera pintada en blanco y una hoja de tamaño carta en impresión a computadora anunciaba: The Edgar Allan Poe Society of Baltimore. Museum open Today. No había nada más y la puerta se encontraba cerrada.
Toque, dentro se escucharon pasos, luego nada. Después, el sonido de una llave que entraba a la cerradura y giraba tres veces, de tras de la puerta abierta apareció una viejita que me dejo entrar, cerro la puerta tras de mi, y giro la lleve tres veces más en sentido contrario. Bienvenida- dijo- esta usted en la casa de Edgar Allan Poe.
El lugar cuenta sólo con 5 habitaciones, el recibidor, la cocina, dos recamaras donde dormían las mujeres (su esposa, su suegra y su prima) y el ático que funcionaba como habitación para él, lo que también le sirvió de estudio.
La casa cuenta con muy pocos visitantes debido a su ubicación, de esos pocos, la mayoría ha llegado hasta ahí atraído por creerla encanta, de miedo, o sobrenatural. Las esquelas están plagadas de aclaraciones como Esta usted parado en la cocina, al restaurar la casa se encontraron platos y vasos rotos, restos de comida y huesos de animales. Ningún hueso humano fue encontrado. Tampoco encontramos restos humanos en las paredes.
Si no hubiera objetos personales, cartas, fotografías, recorrerías la casa en 5 minutos, con la misma sensación de claustrofobia y desesperación, además de gotitas de sudor, pues es tan pequeña, que no hay espacio para instalar aire acondicionado.
La verdad es que el lugar ahora museo, sigue en las condiciones precarias de cuando era habitado por el artista. Cuando llegas al ático y ves en un rincón esa diminuta cama, una silla y un lavabo que conforman la inmobiliaria (el cubo de madera que fungía en el tiempo como escritorio portátil, está en una vitrina en la sala de abajo), hay que encoger el cuerpo, agachar la cabeza y protegerla de un golpe en el techo. El lugar es increíblemente pequeño y el calor infernal. Te das cuenta de lo sencillo que debió ser para el escritor imaginarse enterrado vivo, o sufriendo ataques de pánico impredecibles y espontáneos, alucinaciones o ataques de violencia; aunque también el amor que se tenían unos a otros, que dominaba la convivencia armoniosa de 5 personas en ese huevito de casa te acerca a comprender cosas tan maravillosas como "Annabel Lee".
Virginia Wolf aseguró la necesidad de un espacio propio para la creación, a Edgar se le concedió, y la estreches de este, no empequeñeció su imaginación. Ahora a 200 años de su nacimiento seguimos disfrutando de su poesía, de su crítica; de la creación de la novela detectivesca y del dominio del relato de horror.