Sunday, January 11, 2009

Historias de trenes

I
La lectura en el tren es un acto involuntario. Un impulso de los ojos, las manos, los labios para no rrecorrer la memoria. Por que se sabe la distancia a recorrer se lleva un libro o una revista, si no se lleva, invadidos por la desazón, buscamos con dedos ciegos el suplemento regado, el olvidado... Así esquivamos el tiempo en soledad, viviendo sufrimientos ajenos que se alejan al cerrar el libro y salir de la estación.

II
Ana lleva cuatro días leyendo a Faulkner. Disfruta más a García Marquez o a Vargas Llosa, pero le da verguenza que lean el título, que ella cree, a su edad, ya debería esta leido. En realidad le da verguenza se lea cualquier título que carga, que le tomen por intelectualista, sosa, sentimental, feminista; por eso siempre carga el libro bajo el brazo con la caratula viendo a su pecho. Ahora lleva a Faulkner y lo lleva más por que este libro le exige toda su atención. Tal vez así no recuerde o por lo menos no le importe aquello que ha perdido dos estaciones atrás.

III
Jean Pierre Pirot vive en pleno Centro, justo al lado del gran Museo de la ciudad. No es de por aqui y no habla el idioma. Ocupa el tiempo en caminar por los parques, tratar de hacerse entender con la gente que conoce y leer entre los andenes. Núnca se ha subido a un tren. No puede, no sabe. Desde que conocio a Ana lo ha intentado miles de veces, pero sólo consigue llegar a la ventanilla de entradas. Despues se queda ahi, petrificado. Se justifica con ella, que tenía algo que hacer, que la alcanzará más tarde. No sabe la causa del vacio en el pecho de Ana, pero cree que tal vez, si consiguiera acompañarla él podría llenarlo. Sin embargo la deja ir hasta donde ya no la alcanza, hasta donde llega el tren y tal vez no la traiga de vuelta.

IV
- Eres feliz?
- La mayoría del tiempo
- Cuándo no eres feliz?
- Cuando me subo al tren y pienso.