Wednesday, January 30, 2008

Traducciones

Fragmento
House of Leaves, Danielewski.

Un adelanto para el Boiler
Todavía tengo pesadillas. De hecho, las tengo tan a menudo que ya debería estar acostumbrado. No lo estoy. Nadie realmente se acostumbra a las pesadillas.
Por un tiempo trate cualquier pastilla imaginable. Cualquier cosa para dominar el miedo. Exedrin, Melatonina, L-tryptophan, Valium, Vicodin. Una lista muy extensa. Frecuentemente mezcladas, muy seguido tambien con tragos de whisky. Incluso algunas veces el efímero viaje confidente de la cocaína. Nada ayudó. Creo que me siento más seguro asumiendo que aún no hay un laboratorio tan sofisticado que sintetice el tipo de químicos que yo necesito. El premio nobel al que me invente ese dulce.
Estoy tan cansado. El sueño me ha estado acosando por tanto tiempo que ya no recuerdo. Inevitable, supongo. Aunque triste, no busco la posibilidad. Digo triste, porque hubo un tiempo en el que en efecto disfrutaba dormir. Es más, dormir todo el tiempo. Eso fue antes de que mi amigo Lude me despertará a las tres de la mañana y me pidiera ir a su casa. Quién sabe, si no hubiera escuchado el teléfono ¿Sería todo diferente ahora? Pienso mucho en esto.
De hecho, Lude me había contando acerca del anciano más o menos un mes antes de esa tarde fatal. (¿Estará bien eso? ¿Fatal? Es seguro que no era fatídica. ¿O era exactamente eso?) Había estado sumido buscando un departamento después de la pequeña dificultad con mi casero quien despertó una mañana convencido de que era Charles de Gaulle. Me quede tan pasmado con su declaración que antes de pensarlo dos veces ya le había dicho como, en mi humilde opinión, no se parecía en nada a un aeropuerto, aunque pensar en un 757 aterrizando sobre él no era tan desagradable. Me echaron a la calle inmediatamente. Pude haber armado un pleito pero el lugar de cualquier forma era una casa de locos y yo estaba muy contento de irme. Al final Carlitos de Gaulle lo quemo una semana después. Le dijo a la policía que un 757 se había estrellado en el edificio.
Durante las siguientes semanas, mientras me quedaba en todos los sofás disponibles desde Santa Mónica hasta Silverlake, Lude me dijo acerca del anciano que vivía en su edificio. Tenía un departamento a todo lo largo del primer piso con un patio demasiado grande para alguien de su edad.
Supuestamente el anciano le dijo a Lude que se iba a morir pronto. No pensé mucho en ello, aunque no es exactamente el tipo de cosas que uno olvida. Con el tiempo simplemente me imagine que Lude me estaba mintiendo. A Lude le gusta exagerar. Eventualmente encontré un estudio en Hollywood y me concentre en la paralizante rutina como aprendiz en una tienda de tatuajes.
Eran finales del ’96. Las noches eran frías. Trataba de olvidarme de una mujer llamada Sarha English quien me había dicho que quería salir con un hombre que encabezara la cadena alimenticia. Entonces mostré mi inquebrantable devoción a su memoria desarrollando velozmente una inmensa fijación en una estríper que tenia Thumper tatuado justo debajo de la tanga, apenas a una pulgada de su rasurado culo o como a ella le gustaba llamarle- “El lugar más feliz en la tierra”. Basta decir que Lude y yo pasamos las últimas horas del año solos, explorando nuevos bares, nuevas caras, manejando imprudentemente por los cañones, haciendo nuestro mejor esfuerzo por bajar la luna y las estrellas diciendo montón de pendejadas. Nunca pudimos. Hacerlas bajar, quiero decir.
Despues el anciano murio.